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Sobre los recuerdos y la montaña

“El tiempo es el mejor autor, siempre encuentra un final perfecto”

Charles Chaplin

Con el correr de los años, fui entendiendo la fascinación de ese adolescente de 14 años enamorado por la escalada y las actividades de montaña. Me costaba darme cuenta cuál era el porqué de ese deslumbramiento por la verticalidad, viniendo de un lugar en donde solo había selva y animales. Escuchaba, de tanto en tanto, una historia (casi mítica) de un conocido de mis padres que había escalado uno de los tantos saltos ubicados en el Parque Nacional Iguazú, lugar en donde se emplazan nuestras famosas Cataratas. Quizás haya sido esa curiosidad por saber más sobre esa epopeya, o solamente las vueltas de la vida, que me pusieron frente a videos de personas escalando; y como dice el dicho “una cosa llevó a la otra”.

De lo que sí estoy seguro, son de las historias que me contaba mi abuela Lela, italiana de pura cepa. Como todo niño, las historias que uno escucha a esa edad, se implantan en nuestro subconsciente de manera errática. Un tanto de fábula, un tanto de realidad, la historia con el tiempo tiende a cobrar vida propia y pasa a ser muy distinta de la que alguna vez se escuchó. Muchas son puro cuento, pero otras no tanto, y son esas las que se van cocinando a fuego lento para luego marcar el carácter y el futuro de cada uno.

De tanto en tanto, la Lela, nos relataba historias sobre su juventud en los Alpes italianos. Sobre sus veranos, disfrutando entre amigos, sobre los inviernos europeos y el ski de montaña. De vez en cuando se le escapaba esa historia sobre el día en que se encontró de cara con una avalancha de placa y como gracias a su instructor había podido sortearla.

Entre esas historias, siempre surgía de manera concatenada una especial, relacionada con una epopeya italiana, sobre un amigo de ella y otros soldados italianos que coronaron, en las narices de los ingleses, la cima de la Punta Lenana en el Monte Kenya, en plena Segunda Guerra Mundial. 

La realidad es que, para nosotros todos estos cuentos eran pura fábula. Como niño uno no llega a dimensionar ni a apreciar las historias y experiencias de vida.

Y así, como quien no quiere la cosa, el tiempo hace su trabajo, y de golpe nos convertimos en jóvenes-adultos y nos tocó el tiempo de disfrutar de “la montaña”. Viajamos, conocimos y escalamos (lo sigo haciendo), pero esa chispa que encendió todo seguía inconclusa. 

Para el momento en el que empecé a hacerme ciertos interrogantes, mi abuela ya había entrado en un proceso de deterioro mental irreversible. En sus momentos lúcidos cuando hablábamos de la montaña siempre nos contestaba cosas coherentes, como si supiese del tema: técnicas de encordamiento, de progresión de escalada, formas de atravesar el hielo, etc. Siempre había una palabrita o una frase que nos dejaba perplejos por el conocimiento. A nosotros nos llamaba mucho la atención, pero viniendo de ella casi no nos sorprendía nada. Recibida de Ing. Química poco antes del comienzo de la Segunda Guerra, doctorada en metalúrgica, campeona italiana de natación era poco lo que esta mujer no había podido lograr en su vida.

Los años pasaron y mi abuela se fue deteriorando cada vez más, un día, cuando ya casi no emitía palabra alguna, encontré una caja con fotos muy antiguas. Muchas de ellas datadas en los años 30. Eso fue como abrir una Caja de Pandora. Como muchas cosas en la vida, se dispararon más preguntas que respuestas. Entre esas fotografías, destacaban una partida muy especial: personas escalando en roca, otras escalando en hielo, otras esquiando. Entre los esquiadores reconocimos instantáneamente a mi abuela. 

La mayoría de ellas tenían un denominador común, un personaje de mediano porte, flaco, pero con una mirada intensa. Mi madre recordó el nombre de Giovanni Balletto, y así comenzó la búsqueda. 

¿Qué información se puede obtener de una foto familiar de casi 80 años de antigüedad? Casi ninguna, pero google tiene todas las respuestas. Y así nos encontramos tipeando el nombre de Balletto en internet. Poca información más que alguna que otra línea perdida y una foto de un libro que me pareció familiar. Así que corrí hasta su biblioteca y encontré ese libro con dedicatoria sobre el Kilimanjaro en África. De a poco fuimos hilvanando historias de vidas concatenadas. 

Asumiendo que Balletto muy probablemente estuviese muerto, continué buscando incesantemente en la web hasta que la misma dio resultado. Un norteamericano lo había conocido en la década del 60/70 en Kenia y me contó que tiempo después de su encuentro había fallecido. Para mí ese no era el final de la historia. George (así se llama el yanqui) me contó que Balletto había sido una pieza clave en la exploración del Monte Kilimanjaro y hasta había fundado un club alpino en Kenia. Me contó que era un gran escalador y que luego de la guerra se había quedado en África, fascinado por su cultura.  

Y las respuestas fueron apareciendo. 

Balletto fue todo un héroe en Italia. Durante la Segunda Guerra Mundial, junto con dos amigos, coronaron una de las cimas del monte Kenya, escapándose de un campo de prisioneros inglés, plantando la bandera italiana en la segunda cumbre más alta de África y retornando a su prisión como cualquier hijo de vecino.

Su epopeya fue relatada de manera exquisita por uno de sus compañeros de cordada llamado Felice Benucci y el libro Fuga Sul Kenya se transformó en un best seller y hasta inclusive fue llevado a la pantalla grande.

Para una persona que creció pensando que las historias de la abuela eran pura fábula, encontrarse con esta realidad fue lo más próximo a sentirse como el hijo de Edward Bloom en el Gran Pez de Tim Burton,

Esta historia quizás haya sido la excusa para hablar sobre mis recuerdos familiares, o para hablar sobre los vínculos que se forjan en la montaña o sobre los amigos o quizás sobre la vida misma.

Como amante de esta actividad, puedo decir que para mí es fascinante como ella me ha conectado con la vida, dándome grandes satisfacciones También me ha dado tristezas, pero por sobre todo me ha enseñado el valor de muchas cosas. 

Esta es una de esas historias que forman parte de las cosas que alguna vez me gustaría contarles a mis hijos. Sobre la familia, la amistad, la montaña y sobre esos héroes, que se le plantaron al imperio y les hicieron burlas en la cara.

Un especial agradecimiento a Edgardo Juarez y a Flor Diaz Fazi por lo comentarios y las críticas constructivas sobre el texto.

Todas las imágenes pertenecen al archivo familiar. La mayoría data de principio de los años ´30

Esta entrada tiene un comentario

  1. Jeremi Salvatierra

    Un lujo haber podido conocer esta historia familiar….

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