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El escudo

Ayer entre por primera vez a presenciar una operación a un quirófano. Lo que por años había sido tema recurrente de burlas, por mí poca tolerancia a la sangre, ayer significó un punto de quiebre en mí percepción de ver las cosas. Ayer presencié una cesárea, un completo acto de carnicería en el cual una nueva vida llega al mundo. En el instante en el que tome mí cámara, esos pensamientos de temor de desvanecieron;  ese pequeño instrumento es mi coraza que todo transforma, el escudo protector de la propia realidad que hace que todo se convirtia en un acto en 3era persona a través de una pantalla.

“Vení rápido que ya está naciendo” – Me dijo uno de los médicos que se había olvidado de llamarme, Con prisa y mucho temor ingresé a la sala de partos, con cientos de miedos e incertidumbres y con algunas certezas. Se materializaría un rostro desconocido, me convertiría en padre y retrataría todo el momento, cueste lo que cueste.

Apenas traspasé ese portal, la ví a Lu, con los ojos confusos, ansiosa por que todo terminara, pero con completa entereza; ella necesita estar relajada, para que la oxitocina haga su trabajo, yo por el contrario estoy con la adrenalina al 100 %. Un estado de excitación total. – “Quedate acá”- me dice el anestesista. Y desde ese punto fijo retraté sin miedos y con completa soltura todo lo crudo y sanguinario que resulta ese procedimiento.

Y se asomó la cabeza y luego el cuerpo, mis ojos vidriosos por las lágrimas no llegaban a ver lo que sucedía, la mente no llegaba a procesar la situación, pero la cámara estaba que ardía. Todo fluía, la medición, los parámetros, el foco, la luz… y se dió a luz. Trato de despegarme,de separar los roles, de alejar el ojo de la cámara y ver un poco más de la realidad. Quiero ser fotógrafo, pero también quiero ser parte del momento. La pantalla me queda chica, hay un suceso enorme que está sucediendo.

Entre miradas lagrimosas, apretones de mano y clicks, vi como mi hijo llegaba al mundo, lo hice como padre, como espectador de lujo y como fotógrafo para la posteridad. El registro fotográfico cobra valor si alguien puede apreciarlo, hasta tanto, solo representa mero acto de catarsis espiritual.  

Pocos minutos después, Juan Ignacio permanecía recostado sobre la cara de Lu, el instinto maternal hizo que el llanto del recién nacido se aplacara y que el goce fuera absoluto. Yo acariciaba su pelo y en un cruce de miradas, sin decir una palabra, todos los temores se desvanecieron y comprendimos que las cartas ya estaban sobre la mesa y solo restaba jugar.

Esta entrada tiene 4 comentarios

  1. Monse

    ❤️❤️❤️

  2. Caro Angelomé

    Hermoso momento!!! Excelente relato y documentación fotográfica!!! Felicitaciones!!!

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